Elecciones en Andalucía
14 de mayo - Mario Diego
Las próximas elecciones andaluzas, por muy locales que sean, ya constituyen, para el conjunto de los partidos políticos y de los medios de comunicación, un test prefigurando los resultados que arrojarían unas elecciones generales. Y como no, la mirada puesta en las elecciones francesas, aquellos que piensan las victorias o derrotas electorales como un mero ejercicio matemático, ponen su esperanza en una reeditada lista común con una candidata única representando a una parte de la izquierda — la izquierda a la izquierda del PSOE— y con un acuerdo programático de mínimos, aunque esto último pueda ponerse en duda.
Desde el anuncio oficial de un adelanto electoral por parte de Juanma Moreno cediendo al canto de las sirenas proveniente de las encuestas, dicha parte de la izquierda, (Podemos, IU, Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo Andaluz) se pusieron manos a la obra para constituir una coalición, coalición que como las propias elecciones también será un test para repetirlo a escala estatal, aunque a ese nivel, haya quienes propongan, quizás, de incluir al PSOE con el argumento de que Pedro Sánchez es el candidato que más posibilidades tiene de ser elegido y así impedir un gobierno PP-Vox como en Castilla y León.
Poco faltó para que dicha coalición estuviese a punto de morir antes de nacer debido a desacuerdos entre Podemos y los otros. Podríamos pensar que se trataba de desacuerdos programáticos fundamentales en la defensa de los intereses de la clase trabajadora y más ampliamente de las clases populares, nada de eso. El escollo principal era quien encabezaría la lista, ya que para Pablo Iglesias estaba claro que Juan Antonio Delgado era el candidato idóneo para Andalucía y así lo hizo saber declarando en los medios.
Además, como en casi todos los contratos matrimoniales, la base del debate trata de reparto de dinero y de puestos. Dure lo que dure esta coalición y sea o no el preludio al frente amplio del que nos habló Yolanda Díaz, estos trapicheos políticos antes de cada elección, bastante banales, al fin y al cabo, son en realidad una operación política en la que, una vez más, el conjunto de la izquierda institucional machaca al unísono que un buen resultado electoral sería la solución para resolver los problemas a los que las clases populares están sometidas.
Pensar que una elección, pueda proteger a la clase trabajadora y evitarle así que tenga que salir a la calle, es una ilusión dañina. Para oponerse a los golpes asestados por la patronal, los trabajadores sólo pueden contar con su capacidad de organización y de decidida movilización masiva, sea cual sea el gobierno de turno.