No somos todos iguales
18
marzo-Mario Diego
“Unidos saldremos adelante. Unidos venceremos al
virus”. Con esos términos concluía, en la Moncloa, su declaración el presidente
del Gobierno, Pedro Sánchez, posterior al Consejo de Ministros excepcional en
el que el Gobierno aprobó el estado de alarma aplicable en todo el Estado. No
obstante, por ahora, la única unidad existente es la
que se estableció entre el Gobierno y la patronal, para, como
siempre, hacer pagar a la clase trabajadora esta nueva crisis. De hecho, la
principal preocupación de los poderosos no es tanto el coronavirus, sino
las caídas bursátiles sucesivas dejando entrever una
posible crisis económica similar a la del 2008.
La pandemia del COVID-19 acabará siendo controlada, no
me cabe la mínima duda. No obstante, esta subraya los estragos que provoca el funcionamiento de la sociedad
capitalista. En nuestro país, como en otros muchos, el afán de atesorar mayores beneficios, incluso imponiendo
recortes drásticos durante todos estos años atrás, ha debilitado el sistema
sanitario hasta tal punto que ya tiene dificultades, en una situación
normal, para atender situaciones ordinarias, con mayor razón cuando tiene que
enfrentarse a situaciones extraordinarias e imprevistas como
la que estamos viviendo actualmente.
Una vez más, no han tardado mucho tiempo los grandes
medios de comunicación en alinearse con el Gobierno, contribuyendo así a la
leyenda de que todos somos iguales frente a la adversidad.
Habrá que decírselo a las plantillas que trabajan en sanidad y que en
estos años pasados han vivido privatizaciones,
externalizaciones y recortes tras recortes. Años viendo los estragos
que tales recortes han acarreado: supresión de camas, de personal hospitalario
o la falta de mantenimiento, que hoy el personal sanitario reclama a
gritos. Habrá que decírselo también a las plantillas víctimas de ERES, ERTES o
de despidos.
También habrá que decírselo a nuestros mayores que están aislados o a las personas marginadas que usan los soportales o cajeros automáticos
para dormir. A los padres de familia que se encuentran en la
imposibilidad de guardar a sus hijos. ¿Qué soluciones propone el Gobierno?
Hasta ahora, estas categorías de personas solo pueden contar con la solidaridad individual voluntaria: estudiantes que
están dispuestos a ocuparse de los niños de sus vecinos; a vecinos, jóvenes o
jubilados que se valen por sí solos, que visitan y hacen las compras de las
personas mayores aisladas o a particulares que ofrecen un techo a los que no lo
tienen. Mientras, el Estado reflexiona en cómo va poder ayudar a la
patronal.
Tampoco
hay que olvidar a aquellas y aquellos que, sin pertenecer a plantillas
sanitarias, este lunes tuvieron que ir al trabajo. Para ellos, ni distancias de
seguridad, ni protecciones básicas para evitar una posible
contaminación ni, claro está, —no son miembros de la UME (Unidad Militar
de Emergencia)— transportes especiales para ir a sus centros de trabajo.
Es evidente que nunca acabaremos con los virus
u otros maléficos microbios, están presentes y acompañan a la
humanidad desde su inicio; estos cambian, se adaptan y mutan. Los científicos
también progresan, no obstante, para que esos progresos puedan ser eficaces y
parar los efectos más nocivos de dichos virus sería necesario que el conjunto
de la población mundial tuviese acceso a cuidados sanitarios decentes.
Una cosa es vanagloriarse de tener el mejor sistema sanitario del
mundo —son bastantes los países que se otorgan ese honor—, otra es la
realidad: meses de espera para poder ser atendidos por
un especialista.
No cabe duda, esta situación es el revelador del caos que representa el capitalismo y su sistema legislativo.
Los poderosos hacen lo que les apetece y cuando les apetece; los problemas
generados por tal comportamiento les importa un pepino. Esto ya no da más de
sí, es necesario poner un freno al discurso vacío que nos proporcionan, un día
sí y otro también, el gobierno, la patronal y los grandes medios nacionales.
Necesitamos un plan de
choque que nos ponga a salvo de la avaricia de los poderosos, que consistiría en revertir las privatizaciones y
los recortes en el conjunto del sector público, prohibir cualquier despido,
pagar los salarios de los o las trabajadoras que se quedaron sin empleo, y que
dicho plan fuese financiado con los beneficios atesorados por la patronal a lo
largo de los años después de habernos exprimido como un limón. Debatir y
organizarse para poder ponerlo en práctica, es la única alternativa que nos queda
para que ningún virus, ya sea biológico como el coronavirus o social y
económico como el capitalismo, acabe con nosotros.