La eficiencia exige una huelga general estatal

11 febrero del 2020-Mario Diego

 Hace ya algún tiempo que abogué por la necesidad de implicar a los activos en las movilizaciones de pensionistas. Algunos piensan que el problema con las pensiones solo concierne a los pensionistas, otros están convencidos de que el movimiento pensionista puede el solo solucionar el problema de las pensiones, pues se equivocan tanto los unos como los otros. El problema de las pensiones afecta a los que actualmente están jubilados como a los que aún están trabajando, con lo cual, la solución pasa por estar juntos en la movilización.   

Los primeros porque sus pensiones sufrieron una pérdida de poder adquisitivo, los segundos porque nada les garantiza que cuando se jubilen podrán vivir de su pensión, -razón por la cual, desde mi punto de vista, ellos son los principales afectados- y el conjunto de los dos, porque las pensiones, como la situación en general para la clase trabajadora, llevan tiempo tambaleándose por la bulimia con la que la patronal atesora en sus arcas el fruto del trabajo de las clases populares.

El hecho de que miles de personas hayan salido a la calle en Euskadi, reivindicando pensiones y trabajo digno, miles a los que se han añadido otros tantos, acudiendo a las concentraciones o manifestaciones convocadas en las principales ciudades del país, es más bien positivo y un ejemplo a duplicar, triplicar o cuadruplicar. No obstante, lo que no sería necesario duplicar, triplicar o cuadruplicar, son las divisiones justificadas por intereses particulares tanto de los convocantes como de los que se negaron a participar y que podemos, en el peor como en el mejor los casos, considerar políticamente inadmisibles, se justifiquen como se justifiquen. 

Si por haber sido convocada esta huelga por los sindicatos nacionalistas ELA-STV y LAB, sindicatos vinculados respectivamente al PNV y a Herri Batasuna, reivindicando “un marco propio en las relaciones laborales” ha mermado la convocatoria, este no ha sido el único motivo. También ha mermado la movilización el hecho de haber omitido una de las reivindicaciones del movimiento pensionista en la que se exige la supresión de las bonificaciones a los fondos de pensiones, -los llamados fondos buitres¾ que favorecen únicamente el enriquecimiento del sector bancario; omisión que ha dividido por primera vez a los pensionistas vascos. Una parte de entre ellos no apoyó la movilización.

Hay que añadir, que la movilización también ha sido mermada por la ausencia de CCOO y UGT. Estos consideran que el Gobierno “progresista” no ha tenido el tiempo material necesario para poder satisfacer las reivindicaciones lanzadas… como “le corresponde”, textualmente. Hay que deleitar, por ahora, la vena negociadora del Gobierno. Según ellos, es lo que toca.

El mayor y mejor respaldo para un gobierno “progresista”, es precisamente, una movilización extendida al conjunto del Estado abriendo nuevas perspectivas al mismo tiempo que permitirá poner en “modo silencio” a la derecha y extrema derecha. ¿Podría ser que, obrando así, los nuevos epígonos del Gobierno tengan miedo de demostrar que no hay Gobierno “progresista” que valga frente a la voluntad de la patronal si la clase trabajadora no toma parte en el asunto?

Tanto la disponibilidad dialogante del Gobierno “progresista” como las supuestas virtudes que podrían tener unos convenios laborales propios a cada autonomía no son motivos para justificar la inacción o la acción minoritaria. La idea de convocar movilizaciones generales, en las que participen todas las víctimas de la crisis, marginadas o no -y todas excluidas de la supuesta “recuperación económica”-, no solo es una buena idea sino una necesidad; no creo que sea muy difícil de encontrar una reivindicación común que todos podamos defender en cada calle, esquina o recodo del Estado.