No todos somos iguales frente a la pandemia
18 de noviembre - Mario Diego
En
nombre de la guerra sanitaria, el gobierno, tanto el central como los gobiernos
autonómicos, imponen grandes sacrificios a la población. Al regular todos los
aspectos de la vida social, restringen los contactos familiares, prohíben los
momentos de convivencia y se encargan de que nos multen. Sin embargo, las
trabajadoras y trabajadores tienen que acudir a su trabajo, aunque los
transportes públicos estén repletos y muchas empresas sean lugares de alto
riesgo de contagio. Asistimos en los medios de información a una campaña de denuncia
sistemática de todos aquellos irresponsables que se saltan las reglas —botellones,
fiestas en los domicilios privados, etc.— pero ninguna en lo que respecta los
centros de trabajo. ¿Será porque no quieren poner en evidencia la
responsabilidad de los empresarios?
Aunque
el gobierno repite que uno se tiene que aislar cuando es positivo ¿En cuántas
empresas o sectores de estas se minimizan —o incluso se tapan— los casos
conocidos de Covid-19 para que sigan trabajando? ¿En cuántas, los empresarios
ejercen una presión para que las personas de riesgo o las que han dado
positivo, no se den de baja? ¿Cuántas tareas en las empresas no ofrecen a las
plantillas la posibilidad de mantener las distancias de seguridad pregonadas
por los diferentes Comités Sanitarios? ¿En cuántos centros de trabajo se
contrató a personal dedicado a la desinfección de las áreas colectivas y
puestos de trabajo? ¿En cuántos se han modificado las jornadas laborales y
turnos para respetar las reglas sanitarias que permiten eludir con más facilidad
al contagio?
Por
lo visto las lecciones de civismo y buenas costumbres impartidas por las
autoridades sanitarias y los gobiernos, tanto central como autonómicos, no
franquean los torniquetes de las empresas. Más allá de estos, las únicas reglas
de civismo y buenas costumbres son los empresarios quienes las establecen; el
único protocolo que impera es el de los beneficios. Toda medida sanitaria que
pueda retrasar la producción es objeto de rechazo.
No cabe duda de que uno de los principales
vectores de contagio es la dictadura patronal, el gobierno, los gobiernos
autonómicos y las autoridades sanitarias lo saben, pero como hemos visto no
harán nada al respecto, es más, hace todo lo posible para servirla. El Gobierno
está manejando la crisis de salud acorde a los intereses de las grandes empresas,
únicamente de las más grandes. Al permitir de nuevo el cierre, vía gobiernos
autonómicos, de los negocios llamados "no esenciales", muestra una
vez más, que está dispuesto a sacrificar decenas de miles de pequeños comerciantes
y autónomos para facilitar las ganancias de las más grandes. Lo peor de la
situación es que para estas últimas es solo una pequeña anticipación de lo que
vendrá después.
Los
ERTES, los despidos, procedentes o improcedentes, el incremento de la
productividad, las horas extra no pagadas, el incremento de la pobreza o las
colas del hambre, la lista no exhaustiva, solo es el comienzo de lo que se nos
viene encima a las clases populares. Ya me dirán como el Ingreso Mínimo Vital o
el incremento del 1,8% para las pensiones no contributivas pueden ayudar a las
familias o personas beneficiadas a salir de la pobreza. ¿Ayudar? Bueno, se
puede aceptar, efectivamente es una ayuda, no obstante, la pregunta que debemos
hacernos es ¿ayudar a qué?
Viendo las cifras diarias que arroja la pandemia,
podemos concluir que tanto Gobierno como patronal no la están manejando con
eficacia, hay que apuntar, claro está, que la tarea no es nada fácil, pero lo
que sí están haciendo con mucha facilidad es usarla para tenernos atados y
amordazados. Tomarse en serio la pandemia y no dejarse engañar por el
negacionismo o no sé qué complot, como por los aullidos de la derecha y extrema
derecha, no quiere decir, en ningún caso, que tengamos que bajar la cabeza,
defender lo indefendible y callar cuando el Gobierno se muestra comedido en sus
decisiones con respecto a las clases populares. Defendernos contra el
Coronavirus-19 pasa por defendernos contra la gran burguesía que solo piensa en
como atesorar cada vez más beneficios en sus arcas.