En la empresa o a domicilio, la explotación continúa
10 de octubre-Mario Diego
Después de
haber llegado a un acuerdo con la patronal y sindicatos, el Gobierno puso en
marcha la primera normativa sobre el teletrabajo en nuestro país. Su
generalización debida a la urgencia impuesta por la crisis sanitaria, es la
prolongación de lo que ya estaba en el punto de mira de la patronal. El
confinamiento, ha sido el pistoletazo de salida que permitió a la patronal de
utilizar el teletrabajo a gran escala, algo que parecía lógico, en tales
condiciones, y que ya tenían como objetivo desde hace mucho tiempo.
Durante la epidemia, muchos asalariados y asalariadas
han podido sopesar las ventajas o los inconvenientes, que no son,
inevitablemente, homogéneos para todos. Son muchos los parámetros que hay que
tomar en cuenta: el tiempo y coste del trayecto para ir a trabajar, la calidad
y el tamaño de la vivienda, la necesidad o no de guardar a los niños, entre otros
muchos. Sin embargo, si la patronal es favorable, no cabe la menor duda, de que
no lo es para resolver los eventuales problemas de sus plantillas, sino para
resolver los suyos propios, los de sus negocios; ven una ocasión más para
incrementar la sobreexplotación de dichas plantillas.
Que las empresas abusaban, abusan y abusarán, es una
certitud. Por ejemplo, al principio, lo que determinó la duración de la jornada
laboral no era el número de horas determinado por los convenios, sino las
tareas y los plazos para entregarlas exigidas por el patrón o la empresa.
Inútil decir, que la famosa “desconexión digital” defendida por los sindicatos,
está muy por debajo de lo que sería necesario para hacer frente a la presión
constante, sufrida por los trabajadores y trabajadoras, para que incrementen la
cantidad de trabajo entregada.
Más allá de los empalagosos discursos sobre la nueva
era que abre el comienzo del siglo XXI, el trabajo a domicilio, no es una
novedad ni un progreso no siendo, exclusivamente, para la patronal. Este ya existía
antes de que las factorías se desarrollasen. La costurera que estaba encadenada
a su máquina de coser en su domicilio o la trabajadora que lo está hoy a su
ordenador, tienen en común, aunque un siglo las separe, los mismos salarios de
miseria que las obligan a prolongar la jornada de trabajo, ya sea mediante
horas extras o efectuando segundos empleos, para alcanzar un salario digno.
No obstante, los obstáculos ligados a la segmentación
del mundo del trabajo no son insuperables. Lo importante para el futuro, es ser
consciente, que más allá de la diferencia de estatus o situaciones, los
explotados tienen intereses comunes, y ser consciente de eso, es ser consciente
de la necesidad de luchar colectivamente.