Editorial de Lutte Ouvrière del 12 de junio 2023 difundido en las empresas
Es llenar el carro de la compra y comprobar cuánto nos queda en la cuenta bancaria para pagar todas las facturas. Es preocuparse por mantener el trabajo y el sueldo, y aguantar a pesar de la presión de los jefes, de los días agotadores y del desgaste físico y mental. Es tener problemas para llegar al trabajo en coche o en tren. Es hacer malabarismos para ir al médico y cuidar a los niños.
Estas preocupaciones se pusieron de manifiesto en la movilización sobre las pensiones, durante la cual los trabajadores tomaron la palabra y expresaron una saludable ira: el rechazo a ser sacrificados en el altar de los beneficios; el rechazo a esta política de recortes en los salarios, las pensiones, las escuelas y los hospitales, cuando para los grandes accionistas y los más ricos las ganancias rebosan.
Pero ahora que las huelgas y las manifestaciones ya no plantean problemas políticos, el gobierno y los demagogos de todo pelaje tienen vía libre para crear diversión. Y, para ocultar la responsabilidad de las grandes empresas en la explosión de los precios, los bajos salarios y el deterioro de la sociedad, estos demagogos denuncian... ¡la inmigración, por supuesto!
A la caza de votos por las tierras de la derecha y la extrema derecha, Macron y Darmanin lanzaron otro proyecto de ley sobre la inmigración. Desde entonces, Ciotti, Le Pen, Zemmour y Maréchal-Le Pen han estado promoviendo las ideas más sucias para restringir el derecho de asilo y los derechos de los inmigrantes.
Édouard Philippe, ex primer ministro y candidato a la sucesión de Macron, se ha adelantado a todos cuestionando el acuerdo de 1968 con Argelia y el derecho a la reagrupación familiar. ¡Los esclavistas que negaban a sus esclavos el derecho a ser atendidos o a vivir con sus familias no tendrían nada que decir al respecto!
Con este nauseabundo telón de fondo se produjo el atroz ataque a unos niños en un parque infantil de Annecy por parte de un refugiado sirio. Esta tragedia fue inmediatamente explotada por la derecha y la extrema derecha para vilipendiar a los refugiados y a los musulmanes, ¡a pesar de que el asesino, indudablemente desequilibrado, afirmaba ser cristiano!
Todo sirve de pretexto para poner la inmigración en el centro del debate político. Es una trampa para los trabajadores. Es una distracción y una forma de dividir y debilitar el mundo del trabajo.
La crisis económica, el deterioro de los servicios útiles a la población, la degradación de los barrios pobres plagados de redes de droga, incivilidades y falta de seguridad provocan reacciones de repliegue y rechazo del otro. Es este caldo de cultivo el que aprovechan los demagogos para convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios.
¡No caigamos en la trampa de la división, mientras los capitalistas se llenan los bolsillos explotándonos y haciendo subir los precios!
Al movilizarnos contra el tope de edad de 64 años para
poder jubilarnos, tanto si trabajamos en el sector privado como en el público,
tanto si somos franceses o inmigrantes, hemos demostrado nuestra unidad. Esta
debe seguir siendo nuestra brújula, porque las grandes empresas nos harán
retroceder aún más si algunos trabajadores tienen menos derechos.
La inmigración es indisociable de la condición obrera, porque el pan no está garantizado en ninguna parte para quien tiene que ganarse la vida. Éste se ve obligado a ir allí donde pueda encontrar trabajo. Los empresarios se aprovechan de ello para relegar a los trabajadores inmigrantes a los trabajos más duros, precarios y mal pagados.
No son nuestros camaradas argelinos, tunecinos, rumanos o africanos subsaharianos los que cuestan a la sociedad. Sus músculos y sus cerebros la hacen funcionar por doquier, en las fábricas, en las obras, en las residencias de ancianos y en los hospitales.
Los que nos cuestan caro son los capitalistas, esa clase social sumamente minoritaria que explota a los trabajadores a escala mundial y prospera condenando a la miseria a la inmensa mayoría. Es ese puñado de parásitos el que está llevando a la economía y al conjunto de la sociedad al paredón porque están cegados por su codicia y su guerra económica permanente.
Como los ucranianos o los sirios, en el caos de esta sociedad, ¡también nosotros podemos convertirnos en refugiados de la noche a la mañana!
Así pues, no olvidemos nunca que nuestro único enemigo es la gran burguesía que domina el mundo. Sólo podremos derrotarla si somos conscientes de que nos enfrentamos a ella como una única clase social que lo único que tiene que perder son sus cadenas, como decía Karl Marx, y un mundo que ganar.
Arthaud Nathalie